Como bien escribió Miguel de Unamuno, Sóller es una isla dentro de otra isla. Y es que este pueblo que nada entre mares de naranjos y singulares edificios modernistas es un mundo por descubrir. Separado por las imponentes montañas de la Serra de Tramuntana, Sóller es un pueblo sin igual, un tesoro de historia, naturaleza y encanto que cautiva a todo aquel que tiene el placer de conocerlo. Desde su pasado romano hasta su encanto actual, Sóller sigue siendo un lugar de asombro e inspiración, una verdadera joya de las Islas Baleares. ¿Y qué decir de su infinito esplendor natural? Sus majestuosas montañas, sus costas y su resplandeciente mar turquesa crean un festín para los sentidos que deja a cualquiera boquiabierto. La forma en que el sol baila sobre sus acantilados, iluminando cada rincón con un tono dorado, es nada menos que mágico.
La isla infinita
Como bien escribió Miguel de Unamuno, Sóller es una isla dentro de otra isla. Y es que este pueblo que nada entre mares de naranjos y singulares edificios modernistas es un mundo por descubrir. Separado por las imponentes montañas de la Serra de Tramuntana, Sóller es un pueblo sin igual, un tesoro de historia, naturaleza y encanto que cautiva a todo aquel que tiene el placer de conocerlo. Desde su pasado romano hasta su encanto actual, Sóller sigue siendo un lugar de asombro e inspiración, una verdadera joya de las Islas Baleares. ¿Y qué decir de su infinito esplendor natural? Sus majestuosas montañas, sus costas y su resplandeciente mar turquesa crean un festín para los sentidos que deja a cualquiera boquiabierto. La forma en que el sol baila sobre sus acantilados, iluminando cada rincón con un tono dorado, es nada menos que mágico.
Sóller, una obra de arte
Quienes visitan Sóller descubren la naturaleza, la historia y un auténtico sentido de comunidad. Los edificios modernistas y la gran iglesia barroca son prueba del éxito del comercio de cítricos. Situado orgullosamente en la plaza principal, Sant Bartomeu añade un telón de fondo de postal a las idas y venidas de la vida cotidiana. Su historia es tan rica e intrigante como los fragantes naranjos que bordean sus serpenteantes carreteras. Desde sus antiguas raíces romanas hasta su presente esplendor, Sóller ha resistido el paso del tiempo y se ha convertido en un faro de importancia cultural. Es su encanto lo que realmente cautiva el corazón. Las estrechas calles bordeadas de casas tradicionales de piedra y la bulliciosa plaza del pueblo, con sus animados cafés y tiendas boutique, invitan al visitante a pasear y explorar. La calidez de sus gentes y el dulce aroma de sus flores en apertura crean una atmósfera de romanticismo y encanto que perdura mucho tiempo después de haber terminado la visita. Un ejemplo de ello es el museo Can Prunera, donde, sin salir de nuestra misma calle, podrá disfrutar de obras de referentes como Joan Miró, Henri de Toulouse-Lautrec o Paul Klee. No olvide que también puede disfrutar de la sensibilidad de los artistas locales en Can Verí, que alberga a grandes artistas como el desconcertante y provocador Pep Girbent (Sóller, 1966), así como obras de Jaume Pinya (Sóller, 1953), primarias y audaces, y las del delicado y sibilino Toni Garau (Sóller, 1974).
Sóller, una obra de arte
Quienes visitan Sóller descubren la naturaleza, la historia y un auténtico sentido de comunidad. Los edificios modernistas y la gran iglesia barroca son prueba del éxito del comercio de cítricos. Situado orgullosamente en la plaza principal, Sant Bartomeu añade un telón de fondo de postal a las idas y venidas de la vida cotidiana. Su historia es tan rica e intrigante como los fragantes naranjos que bordean sus serpenteantes carreteras. Desde sus antiguas raíces romanas hasta su presente esplendor, Sóller ha resistido el paso del tiempo y se ha convertido en un faro de importancia cultural. Es su encanto lo que realmente cautiva el corazón. Las estrechas calles bordeadas de casas tradicionales de piedra y la bulliciosa plaza del pueblo, con sus animados cafés y tiendas boutique, invitan al visitante a pasear y explorar. La calidez de sus gentes y el dulce aroma de sus flores en apertura crean una atmósfera de romanticismo y encanto que perdura mucho tiempo después de haber terminado la visita. Un ejemplo de ello es el museo Can Prunera, donde, sin salir de nuestra misma calle, podrá disfrutar de obras de referentes como Joan Miró, Henri de Toulouse-Lautrec o Paul Klee. No olvide que también puede disfrutar de la sensibilidad de los artistas locales en Can Verí, que alberga a grandes artistas como el desconcertante y provocador Pep Girbent (Sóller, 1966), así como obras de Jaume Pinya (Sóller, 1953), primarias y audaces, y las del delicado y sibilino Toni Garau (Sóller, 1974).
Sóller, a work of art
Those who visit Sóller are spoiled by nature, history and a real sense of community. Evidence of successful citrus trade is all around in the finery of Modernist buildings and the grand Baroque church. Sitting proudly in the main square, Sant Bartomeu adds a picture-postcard backdrop to the comings and goings of daily life. Its history is as rich and intriguing as the fragrant orange groves that line its winding roads. From its ancient Roman roots to its present-day glory, Soller has endured the test of time and has emerged as a beacon of cultural significance. It is its charm that truly captures the heart. The narrow streets lined with traditional stone houses and the bustling town square with its lively cafes and boutique shops invite visitors to wander and explore. The warmth of its people and the sweet scent of its blossoming flowers creates an atmosphere of romance and enchantment that lingers long afer the visit has ended. An example of this is the Can Prunera museum, where, without leaving our very street, you can enjoy works of reference such as Joan Miró, Henri de Toulouse-Lautrec or Paul Klee. Don't forget that you can also enjoy the sensitivity of local artists at Can Verí, which houses great artists such as the disconcerting and provocative Pep Girbent (Sóller, 1966), as well as works by Jaume Pinya (Sóller, 1953), primary and audacious, and those of the delicate and sibylline Toni Garau (Sóller, 1974).
Sóller, a work of art
Those who visit Sóller are spoiled by nature, history and a real sense of community. Evidence of successful citrus trade is all around in the finery of Modernist buildings and the grand Baroque church. Sitting proudly in the main square, Sant Bartomeu adds a picture-postcard backdrop to the comings and goings of daily life. Its history is as rich and intriguing as the fragrant orange groves that line its winding roads. From its ancient Roman roots to its present-day glory, Soller has endured the test of time and has emerged as a beacon of cultural significance. It is its charm that truly captures the heart. The narrow streets lined with traditional stone houses and the bustling town square with its lively cafes and boutique shops invite visitors to wander and explore. The warmth of its people and the sweet scent of its blossoming flowers creates an atmosphere of romance and enchantment that lingers long afer the visit has ended. An example of this is the Can Prunera museum, where, without leaving our very street, you can enjoy works of reference such as Joan Miró, Henri de Toulouse-Lautrec or Paul Klee. Don't forget that you can also enjoy the sensitivity of local artists at Can Verí, which houses great artists such as the disconcerting and provocative Pep Girbent (Sóller, 1966), as well as works by Jaume Pinya (Sóller, 1953), primary and audacious, and those of the delicate and sibylline Toni Garau (Sóller, 1974).
The endless island
Sóller is an island within an island, as Miguel de Unamuno wrote. And the fact is that this town that swims between seas of orange trees and unique modernist buildings is a world to be discovered. Separated by the imposing mountains of the Serra de Tramuntana, Sóller is a town unlike any other, a treasure trove of history, nature, and charm that captivates all who have the pleasure of knowing it. From its Roman past to its present-day allure, Sóller remains a place of wonder and inspiration, a true gem of the Balearic Islands. And what can be said of its infinite natural splendor? Its majestic mountains, cascading waterfalls, and sparkling turquoise sea create a feast for the senses that leaves one in awe. The way the sun dances upon its cliffs, illuminating every nook and cranny with a golden hue, is nothing short of magical.
The endless island
Sóller is an island within an island, as Miguel de Unamuno wrote. And the fact is that this town that swims between seas of orange trees and unique modernist buildings is a world to be discovered. Separated by the imposing mountains of the Serra de Tramuntana, Sóller is a town unlike any other, a treasure trove of history, nature, and charm that captivates all who have the pleasure of knowing it. From its Roman past to its present-day allure, Sóller remains a place of wonder and inspiration, a true gem of the Balearic Islands. And what can be said of its infinite natural splendor? Its majestic mountains, cascading waterfalls, and sparkling turquoise sea create a feast for the senses that leaves one in awe. The way the sun dances upon its cliffs, illuminating every nook and cranny with a golden hue, is nothing short of magical.